LOS PRIMEROS CUARTELES DE POLICIA Y CARCELES DE ANTOFAGASTA
Producto de la actividad minera y económica, Antofagasta creció de manera insospechada en sus primeros años de vida. Para 1870, la población era de 600 habitantes, en comparación a las pocas decenas que había dos años antes.
A pesar de este crecimiento, el pueblo
aún estaba en formación y lo hacía de manera desordenada, donde los juegos de
azar y las chinganas eran muy populares, sumado a que no existía alumbrado
público, como tampoco las instituciones necesarias y autoridades suficientes.
En este estado, la seguridad paso a
ser un tema preocupante para la población. Es así como el 28 de junio de 1869
se organizó por primera vez el cuerpo policial de la localidad, el que quedó conformado
por 30 Celadores a cargo del Intendente de Policía, el Capitán de Ejército
Alberto Palacios. El sueldo mensual de los agentes era de 50 bolivianos.
A su vez, el primer recinto
policial y carcelario con el que contó la ciudad fue construido en 1872 y estuvo
ubicado en el Pasaje Ballivian (actual pasaje Abaroa) y fue financiado por la
comunidad, además del aporte de los comerciantes y hermanos portugueses Domingo
y Francisco Machado, quienes donaron $ 325.
El recinto era compartido con las tropas del ejército boliviano acantonado en Antofagasta, por lo que se hacía pequeño para el constante crecimiento del poblado, ante lo cual se optó por trasladar el cuartel y la cárcel a un espacio más amplio.
El lugar escogido fue un edificio que existía al costado de la Iglesia frente a la Plaza, el que era ocupado por la escuela de niños. El edificio existió hasta noviembre de 1891, cuando un incendio consumió la manzana completa en noviembre de 1891.
Mientras tanto, en enero de 1872 se
crea el Consejo Municipal (primer municipio) y entre sus primeros acuerdos se
encuentra formar la “Guardia del Orden”, la cual estaba formada por 150 vecinos
y que tenía por misión apoyar la labor policial.
Después de la ocupación chilena, tanto la policía como la cárcel fueron trasladas a un edificio en calle Baquedano, el cual que no contaba con las necesidades propias para albergar recintos de estas características. El historiador Isaac Arce se refiere de esta manera a la prisión: “Las celdas de los reos eran, en su mayoría, de cañas, con una pequeña capa de barro; pero este se había caído en gran parte y los tabiques divisorios habían quedado en la inseguridad más absoluta, lo que obligaba a los guardianes a una vigilancia continua”.
Es sabido que para 1873 y como parte del embellecimiento de la Plaza Colón, los internos de la cárcel trabajaban nivelando y aplanando el terreno, además de demoler y remover peñascos y rocas, las que eran muy características del lugar por esos años.
Comentarios
Publicar un comentario